La compasión del Profeta Muhammad para con los no musulmanes
“¡Oh Dios! Ante Ti me quejo de mi debilidad, de mi desamparo e insignificancia ante la gente. Tú eres el Más Misericordioso de los Misericordiosos. Tu eres el Señor de los destituidos y débiles, ¡Oh mi Señor! ¿En manos de quién me abandonas? ¿En las manos de un forastero que se burla de mi? o ¿En las de los enemigos que tienen control sobre mis asuntos? Si Tu ira no recae en mi, entonces nada me preocupa. Tu perdón es amplio y suficiente para mí. Me refugio en la luz de Tu Rostro, que ilumina la oscuridad, que regula los asuntos de esta vida y de la otra. Espero nunca caer en Tu ira. Sólo necesito Tu complacencia y satisfacción, pues sólo por Ti hago el bien y me aparto del mal. No hay poder ni fuerza sino en Ti”
Entonces, el Señor envió el ángel de las montañas, quien pidió permiso al Profeta para unir las dos colinas entre las que estaba edificada Taif y aplastar la ciudad con sus pobladores. Movido por su gran compasión y misericordia, el Mensajero de Dios contestó:
“¡No! Porque espero que Dios haga surgir de sus descendientes personas que adoren sólo a Dios, sin asociarle nada.” (Sahih Muslim)
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