domingo, 19 de mayo de 2013

La compasión del Profeta Muhammad con los no musulmanes

La compasión del Profeta Muhammad para con los no musulmanes



En la primera época de su misión, el Profeta viajó a la ciudad de Taif, una ciudad que se localiza en las montañas cercanas a La Meca, para invitar a sus pobladores a aceptar el Islam. Los líderes de Taif, sin embargo, fueron rudos y descorteses en su trato con el Profeta. No estando satisfechos con su actitud insolente hacia él, ellos incitaron a algunas personas del pueblo para atormentarlo. Estas turbas siguieron al Profeta gritando, diciéndole obscenidades y tirando piedras contra él, hasta que se vio obligado a tomar refugio en un huerto. El Profeta tuvo que soportar obstáculos en Taif aún más grandes que los que había tenido que enfrentar en La Meca. Estos rufianes se ocultaron a los lados del camino, y le tiraron piedras hasta que sus pies comenzaron a sangrar. Estos incidentes desalentaron seriamente al Profeta y lo sumergieron en un estado de depresión tal que una plagaria, citando su impotencia y su condición lastimosa y buscando la ayuda de Dios, salió espontáneamente de sus labios:

“¡Oh Dios! Ante Ti me quejo de mi debilidad, de mi desamparo e insignificancia ante la gente. Tú eres el Más Misericordioso de los Misericordiosos. Tu eres el Señor de los destituidos y débiles, ¡Oh mi Señor! ¿En manos de quién me abandonas? ¿En las manos de un forastero que se burla de mi? o ¿En las de los enemigos que tienen control sobre mis asuntos? Si Tu ira no recae en mi, entonces nada me preocupa. Tu perdón es amplio y suficiente para mí. Me refugio en la luz de Tu Rostro, que ilumina la oscuridad, que regula los asuntos de esta vida y de la otra. Espero nunca caer en Tu ira. Sólo necesito Tu complacencia y satisfacción, pues sólo por Ti hago el bien y me aparto del mal. No hay poder ni fuerza sino en Ti”

Entonces, el Señor envió el ángel de las montañas, quien pidió permiso al Profeta para unir las dos colinas entre las que estaba edificada Taif y aplastar la ciudad con sus pobladores. Movido por su gran compasión y misericordia, el Mensajero de Dios contestó:

“¡No! Porque espero que Dios haga surgir de sus descendientes personas que adoren sólo a Dios, sin asociarle nada.” (Sahih Muslim)

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